Uno de mis grandes intereses en Camerún era visitar sus selvas y a los habitantes que les acogen, conocer a los badgeli, a los baka, ambos etnias pigmeos. Conocer su problemática, la salida obligatoria de la selva, la pérdida en parte de sus tradiciones, de su modo de vida, conocerlos y participar en su recuperación, cooperar en proyectos que les ayuden a recuperar su lugar, que mejoren sus condiciones de vida.
Llegamos al campamento badgeli, ellos te saludan amablemente; lo primero que se hace en Camerún al llegar a una nueva zona, es saludar a sus habitantes, todos tenemos curiosidad mutua, ellos te miran y tu a ellos; en el caso de que sea una aldea con jefe, debes ir a saludarle, es una muestra de cortesía y una costumbre agradable, son hospitalarios, tranquilos, tienen una calma que generalmente, acostumbrados a nuestro mundo de caos, nos resulta desconocida. Esto te llama poderosamente la atención en África, cuando sales de sus ciudades, ciertamente caóticas aunque muy interesantes, los habitantes de las aldeas, de los pueblos por los que pasas, son gentes serenas, el tiempo se ralentiza, es una sensación maravillosa.
Llegamos al campamento badgeli, ellos te saludan amablemente; lo primero que se hace en Camerún al llegar a una nueva zona, es saludar a sus habitantes, todos tenemos curiosidad mutua, ellos te miran y tu a ellos; en el caso de que sea una aldea con jefe, debes ir a saludarle, es una muestra de cortesía y una costumbre agradable, son hospitalarios, tranquilos, tienen una calma que generalmente, acostumbrados a nuestro mundo de caos, nos resulta desconocida. Esto te llama poderosamente la atención en África, cuando sales de sus ciudades, ciertamente caóticas aunque muy interesantes, los habitantes de las aldeas, de los pueblos por los que pasas, son gentes serenas, el tiempo se ralentiza, es una sensación maravillosa.
La etnia badgeli es una etnia pigmea, pero no esperemos encontrar hombres y mujeres demasiado pequeños, tienen 1,40-1,45 m de altura aproximadamente, a mi no me sorprende su altura y no es lo que más llama mi atención. Por el contrario, llama la atención la timidez que muestran en un principio. Se llaman también bakola o babinga, y hablan una antigua lengua bantú. Como todos los pueblos indígenas del planeta, veneran a la naturaleza, son habilidosos y grandes conocedores de la misma, y aunque los badgeli viven la mayoría cerca de las aldeas bantú, siguen haciendo incursiones en la selva para proveerse de lo que necesitan, caza y recolección. Y gracias a esta forma nueva de viajar, conviviendo con las comunidades locales, puedes pasar con ellos unas horas agradables. Ellos tocan y cantan, puedes sentarte a su lado, hablar con ellos, compartir comida, puedes compartir sus instrumentos, danzar con ellos, incluso dormir en la selva.
Además de la excursión de varias horas que realizas para llegar al poblado, también puedes darte una vuelta con ellos, te contarán cosas interesantes de los grandes árboles, utilizan cortezas para problemas respiratorios, para hemorragias, dolores de estómago y también te enseñan el árbol con el que remedian la impotencia. No es algo nuevo para nosotros el uso de plantas medicinales y culinarias, ni tampoco el uso de plantas en rituales tanto religiosos como profanos; pero el hecho de encontrarte en un lugar tan remoto, en una selva tropical, con unas gentes tan especiales, hacen de la experiencia un episodio inolvidable e intenso de tu viaje.
Hombre badgeli recolectando cortezas medicinales.
Vista del río en la excursión por la selva.
Fuente: Ruth Moreno
El pueblo africano, tanto rural como urbano, tiene unas fuertes convicciones religiosas, sean de la índole que sean, hay musulmanes, católicos cristianos, protestantes, animistas, eso se siente en su presencia, en cualquier conversación asoma el nombre de Dios, el Cielo, la Madre Selva, El Bosque, aún para un no creyente, la fortaleza que les confiere su fé te llena de respeto, incluso te das cuenta del abrigo que puede suponer en su medio, tantas veces cruel, el sentirte habitado, como ellos se sienten, por "Dios", llámesele como se quiera.
En África, en Camerún, todo es posible, y cualquier pequeño rincón se convierte en una fascinante aventura llena de sorpresas, colores, sonidos, tierras rojas, aguas azules, y cientos de luciérnagas norturnas que iluminan las noches tropicales, el calor, la lluvia, palabras que intercambias a la luz de un candil, un trago de vino de palma y el sabor de frutos desconocidos.
En África, en Camerún, todo es posible, y cualquier pequeño rincón se convierte en una fascinante aventura llena de sorpresas, colores, sonidos, tierras rojas, aguas azules, y cientos de luciérnagas norturnas que iluminan las noches tropicales, el calor, la lluvia, palabras que intercambias a la luz de un candil, un trago de vino de palma y el sabor de frutos desconocidos.
Espectacular zona de mangles.
Cerca del Área Forestal de Lokoundjé-Nyong, hay otras muchas zonas que visitar, no dejes nunca de ir al litoral, a las playas vírgenes de la costa, verás zonas con suciedad y restos que arrastran las olas a las playas, pero esto no debe enturbiar otros valores que encuentras en las poblaciones locales: hospitalidad, amabilidad y alegría. Las mujeres cocinan en fuegos en el suelo de estancias de tierra, el pescado a la brasa es la especialidad de esta zona costera, acompañado siempre por bananas fritas o cocidas. El océano tiene una gran fuerza, puedes bañarte en sus aguas, los pescadores salen a faenar en amplias canoas que construyen ellos mismos, las olas les tambalean, la vida de la aldea continua con tu presencia. De noche compartes casa con una familia local, te ceden camas o habitaciones con gran generosidad, les alegra que aceptes sus regalos, el intercambio es gratificante para ambas partes. En estos encuentros te sientes más viajero que turista, la gente de las aldeas que yo recorrí no me ofrecieron lujo, ni excesos, pero tuve la sensación de estar viviendo Camerún desde dentro.
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