sábado, 24 de enero de 2009

Formas de viajar


Viajo con la mente abierta, intento no tener ideas preconcebidas, me adapto al ritmo del país, de sus gentes, me gusta compartir su forma de vida, vivir en sus casas, comer su comida, brindar con ellos, festejar sus fiestas, sentir sus emociones, me gusta que oigan mi risa, que apreten mi mano, me gusta el contacto. Sé que no puedo conocer a fondo una región, en poco tiempo, sé que no puedo comprender su forma de pensar y de sentir. Pero puedo intentarlo viajando de esta manera. No quiero conocer sólo las fachadas de sus casas, quiero vivir y convivir en su interior. En Camerún te encuentras gente que no tiene miedo a compartir. A veces me pregunto si es mejor visitar una zona, con todo lo que ello conlleva de contaminación cultural, o no visitarla, pero se me borran las dudas cuando hablo con cameruneses, siempre celebran las visitas de extranjeros. Se ha escrito y debatido mucho sobre el turismo, sobre las formas de viajar. Jordi Gascón y Ernest Cañada en "El turismo y sus mitos" exponen sus ideas sobre las ventajas y desventajas del turismo. Todos los mitos tratados nos inducen a una reflexión, pero hay uno de ellos que especialmente me interesa, ya que es una preocupación que siempre he tenido: "A menudo se piensa que el turismo ayuda a que la gente en el mundo se conozca mejor, y a romper con estereotipos culturales. El turismo, se cree, permite que los turistas y la gente del lugar conozcan otras maneras de vivir, de entender la realidad, de creencias y costumbres...", "...los turistas tienen ideas preconcebidas de las costumbres y de las personas del país que van a visitar y estas ideas son difíciles de cambiar..."
Creo en los viajes de grupos pequeños, dónde el contacto es mucho más fácil; creo en los viajes dónde convives con los habitantes a su mismo nivel; creo en un turismo solidario, en el que puedas participar en la mejora de las condiciones de vida de la gente, no para ofrecerles progreso, sabemos que no es sinónimo de felicidad, sino para ayudar a que conserven sus tradiciones, su estilo de vida, ayudarles tal vez en la mejora de la higiene y de la salud, pero quiero que mantengan su forma de pensar y de vivir, si es que es eso lo que desean, que mantengan también sus vínculos sociales y sus vínculos con la naturaleza. El turismo responsable o sostenible parece ser la mejor opción, participar en una forma de viajar en la que el turismo ayude a las comunidades locales y al medio ambiente, en la que los propios habitantes gestionen sus recursos e intereses.
En una entrevista a Fco. Giner Abati le preguntan qué tribu africana de las que ha conocido en África le parece más acogedora con los extranjeros. Él responde: "En mi experiencia con quien mejor me encuentro es con los más sencillos, que ocupan el lugar más bajo en la jerarquía de las tribus. Los pigmeos Baka del Camerún fueron una experiencia inolvidable. Cada noche danzábamos alrededor del fuego a la luz de la luna. Salíamos al bosque y aprendíamos los secretos medicinales de muchas plantas".
Se puede conocer y danzar con los Baka, yo lo hice...

lunes, 12 de enero de 2009

Área Forestal de Lokoundjé-Nyong: ellos, los Badgeli

Mujeres badgeli tocando en caña de bambú.

Uno de mis grandes intereses en Camerún era visitar sus selvas y a los habitantes que les acogen, conocer a los badgeli, a los baka, ambos etnias pigmeos. Conocer su problemática, la salida obligatoria de la selva, la pérdida en parte de sus tradiciones, de su modo de vida, conocerlos y participar en su recuperación, cooperar en proyectos que les ayuden a recuperar su lugar, que mejoren sus condiciones de vida.
Llegamos al campamento badgeli, ellos te saludan amablemente; lo primero que se hace en Camerún al llegar a una nueva zona, es saludar a sus habitantes, todos tenemos curiosidad mutua, ellos te miran y tu a ellos; en el caso de que sea una aldea con jefe, debes ir a saludarle, es una muestra de cortesía y una costumbre agradable, son hospitalarios, tranquilos, tienen una calma que generalmente, acostumbrados a nuestro mundo de caos, nos resulta desconocida. Esto te llama poderosamente la atención en África, cuando sales de sus ciudades, ciertamente caóticas aunque muy interesantes, los habitantes de las aldeas, de los pueblos por los que pasas, son gentes serenas, el tiempo se ralentiza, es una sensación maravillosa.
La etnia badgeli es una etnia pigmea, pero no esperemos encontrar hombres y mujeres demasiado pequeños, tienen 1,40-1,45 m de altura aproximadamente, a mi no me sorprende su altura y no es lo que más llama mi atención. Por el contrario, llama la atención la timidez que muestran en un principio. Se llaman también bakola o babinga, y hablan una antigua lengua bantú. Como todos los pueblos indígenas del planeta, veneran a la naturaleza, son habilidosos y grandes conocedores de la misma, y aunque los badgeli viven la mayoría cerca de las aldeas bantú, siguen haciendo incursiones en la selva para proveerse de lo que necesitan, caza y recolección. Y gracias a esta forma nueva de viajar, conviviendo con las comunidades locales, puedes pasar con ellos unas horas agradables. Ellos tocan y cantan, puedes sentarte a su lado, hablar con ellos, compartir comida, puedes compartir sus instrumentos, danzar con ellos, incluso dormir en la selva.









Además de la excursión de varias horas que realizas para llegar al poblado, también puedes darte una vuelta con ellos, te contarán cosas interesantes de los grandes árboles, utilizan cortezas para problemas respiratorios, para hemorragias, dolores de estómago y también te enseñan el árbol con el que remedian la impotencia. No es algo nuevo para nosotros el uso de plantas medicinales y culinarias, ni tampoco el uso de plantas en rituales tanto religiosos como profanos; pero el hecho de encontrarte en un lugar tan remoto, en una selva tropical, con unas gentes tan especiales, hacen de la experiencia un episodio inolvidable e intenso de tu viaje.















Hombre badgeli recolectando cortezas medicinales.

Vista del río en la excursión por la selva.

Fuente: Ruth Moreno
El pueblo africano, tanto rural como urbano, tiene unas fuertes convicciones religiosas, sean de la índole que sean, hay musulmanes, católicos cristianos, protestantes, animistas, eso se siente en su presencia, en cualquier conversación asoma el nombre de Dios, el Cielo, la Madre Selva, El Bosque, aún para un no creyente, la fortaleza que les confiere su fé te llena de respeto, incluso te das cuenta del abrigo que puede suponer en su medio, tantas veces cruel, el sentirte habitado, como ellos se sienten, por "Dios", llámesele como se quiera.
En África, en Camerún, todo es posible, y cualquier pequeño rincón se convierte en una fascinante aventura llena de sorpresas, colores, sonidos, tierras rojas, aguas azules, y cientos de luciérnagas norturnas que iluminan las noches tropicales, el calor, la lluvia, palabras que intercambias a la luz de un candil, un trago de vino de palma y el sabor de frutos desconocidos.

Espectacular zona de mangles.

Cerca del Área Forestal de Lokoundjé-Nyong, hay otras muchas zonas que visitar, no dejes nunca de ir al litoral, a las playas vírgenes de la costa, verás zonas con suciedad y restos que arrastran las olas a las playas, pero esto no debe enturbiar otros valores que encuentras en las poblaciones locales: hospitalidad, amabilidad y alegría. Las mujeres cocinan en fuegos en el suelo de estancias de tierra, el pescado a la brasa es la especialidad de esta zona costera, acompañado siempre por bananas fritas o cocidas. El océano tiene una gran fuerza, puedes bañarte en sus aguas, los pescadores salen a faenar en amplias canoas que construyen ellos mismos, las olas les tambalean, la vida de la aldea continua con tu presencia. De noche compartes casa con una familia local, te ceden camas o habitaciones con gran generosidad, les alegra que aceptes sus regalos, el intercambio es gratificante para ambas partes. En estos encuentros te sientes más viajero que turista, la gente de las aldeas que yo recorrí no me ofrecieron lujo, ni excesos, pero tuve la sensación de estar viviendo Camerún desde dentro.